22.9.05

Sigue*

Los ojos de Victoria miran incrédulos a la niña. La cortada en el cuello libera la sangre. No se detiene, más sangre, como si quisiera salir del cuerpo que la ha tenido cautiva. La sangre forma minicharcos en las clavículas, se escurre en la ropa, se hace pasta con la arena. Aún con unos cuantos segundos, la vida sigue luciendo insípida.

- de El segundo exilio, Vanesa Garnica

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