31.1.06

La mujer de la pierna amputada se sienta a un costado mío. Recarga su muleta sobre la otra pierna, la que sí está y la sostiene. (Debe tener cuando mucho veinticuatro años, es bonita). Inclina su cabeza hacia mi lado, parece dormir.
Su mano toca la mía, siento como cuando una blusa empieza a moldearse en mi espalda. Abre los ojos, un segundo después se percata de la posición de su mano. Se disculpa y calla, deja de mirarme. Cree que no me dice nada, sus dedos marchan sobre el metal de la muleta. No mira ningún punto fijo, imagino que piensa en el sueño que la arrastró a tomar la mano del pasajero de enseguida, las oportunidades que se han ido, las cosas que han pasado... Se dice en voz baja, casi incomprensible, se me olvidaron las llaves.

29.1.06

26.1.06

Hoy me desperté

con huecos profundos en el cuerpo,
te habías levantado a medianoche
para cortarme el alba,
y ahora por los cráteres que abriste
me salgo todo
y me disperso por la tierra
sin voluntad de odio
y sin el poder mínimo
de colgar tu nombre en la penumbra.

- Homero Aridjis, Siete poemas de ausencia.

24.1.06

Lo no tan fácil.

Abro la puerta, pasas, peleas unos segundos con los cables y prendes el candíl en vez de la lámpara; siempre eso, no importa el tiempo que no hayas estado, sigues haciéndolo.
Nosotras prendemos la lámpara porque se trata sólo de oprimir un botón, el candíl tiene sus mañas. Y tú tienes preferencia por las cosas más difíciles, cómo explicarlo, simplemente "se te dan".
Por eso ahora que espero un abrazo y buenas noches, sigues hablando de lo dura que es la vida, de lo que has pasado, dices que uno se acostumbra a todo aunque no deja de estar cansado, dices... y cuando mi reflejo es de tus ojos, huyes; ahora dices que mañana nos vemos, que te darás un baño y dormirás porque es tarde. Te vas rápido, sin más. No importa, puedes hacerlo, sé que las cosas sencillas no se te dan.

23.1.06

Lunes 23 de enero del 2006, a las 20:23, al levantarme para servirme un vaso con agua, ahí ha sido, creo, la primera vez que siento miedo de quedarme sola.

22.1.06

De certezas.

Aquí todo parece cierto, dijiste mientras me estiraba. Veías las franjas de luz entre las persianas, después del hipnotismo te pusiste una bata y saliste al balcón, hubieras fumado de no haber dejado el cigarro hace más de tres años. Yo seguí en la cama, viendo las franjas de luz entre las persianas, pensando que lo cierto, Elisa, es que has estado aquí porque toda tú eres mentira.

21.1.06


Mi voz empieza a quebrarse, me siento en un campo minado, me abrazas, doy un paso y es ahí, justo ahí sucede. A tus manos las cubren mis cenizas.

20.1.06

(Horas dilatadas, dedos leyendo, la basura de los días. Hay un poco de brisa, autos patinando sobre la acera, a ella no la dejaron en ninguna esquina)

- A ti un miedo púrpura que no cabe.

19.1.06

Abre

...el miedo y el dolor,
abrís todo y entro yo.

- Fito Paez.

18.1.06

16.1.06

Si acaso queda.

El espejo decía que a tu lado parecía contenta, pensé que las arrugas por la risa no quiero que las borre ninguna crema. Luego dijiste mi nombre, prendí la luz, bajé las escaleras. Hablaste, que ya era tiempo de irte y no había más qué hacer, que dejabas el nuevo teléfono anotado en el refrigerador; me diste algunos de tus libros, creo que por dejarte un poco a ti. Me tomaste una fotografía y fingí no darme cuenta. Ya habrá tiempo, vuelvo pronto, sabes que lo haré. Asentí, aunque el tiempo suele pasarme de largo, eso es lo que sé. Tomé una pluma que estaba sobre la mesa y una servilleta, quise escribirte algo rápido pero desistí, hubiera sido darte sobras, si algo acaso queda. Un abrazo y mis piernas temblando, mis ojos te siguieron hasta la salida. Cerraste la puerta y lentamente, se apagó la luz.

14.1.06

No puedes estar aquí.

El nombre ni los brazos, diálogos y cabellos.
Tus ojos tampoco en este sitio.
Nada que habite, que invite. Nada.

7.1.06

Dice que está bien. Tú dices que estás bien y piensas que ella debe de estar realmente bien y que tú estás realmente bien. Su mirada es bellísima, como si viera por primera vez las escenas que deseó toda su vida. Después llega el aliento a podrido, los ojos huecos aunque ella diga (mientras tú permaneces callado, como en una película muda) que el infierno no puede ser el mundo donde vive. ¡Corten este texto de mierda!, grita. El caleidoscopio adopta la apariencia de la soledad. Crac, hace tu corazón.

- Fragmento de Prosa del otoño en Gerona, Roberto Bolaño.
- ¿Por qué estos estribos?
- No sé... ¿qué tienen?
- Es que no tienen protección, los que usamos aquí traen ligas detrás, y esas ligas se rompen cuando te caes del caballo, justo al sentir el peso, para que el pie no se quede dentro y uno no quede arrastrando. Con los tuyos es muy probable que en una caída el caballo te arrastre.

Sólo necesito cambiar de estribos.

6.1.06

Me pongo tus camisetas para dormir, a pesar del tiempo puedo olerte en ellas. Sueño mejor cuando creo que estás cerca.

5.1.06

Me escondo del monstruo, no me percato de que el beso es a él.
Mi problema es la espera. Que los ojos se me vuelvan farmacias abiertas las veinticuatro horas, que se agolpen ideas: tu imagen sobre la suya y sobre estas niebla. Mi problema es no saber cuándo termina la espera.

3.1.06

Todos le creyeron.

Dijo que antes de escuchar el sonido y que el doctor se acercara, la vio desprenderse. No quiso quedarse al funeral, dio la excusa de la escuela y los proyectos.
El miércoles que volvió de Tecate, a dos días de haberse convertido en ingeniero, el tío Neto se sentó sobre la banqueta, mirando a través de la ventana, enfocando el sillón donde solía esperarlo ella. El abuelo cuenta que fue la única vez que su hijo lloró después de la tragedia; lo hizo durante horas. Volvió a ver el sillón, después de eso se tranquilizó de súbito, sonrió discreto, le dijo al abuelo que ya estaba bien, que no pasaba nada y lo disculpara. Todos pensaron que había comprendido eso de que la vida sigue y el tiempo de dios es justo, que uno se queda o se va por algo, para algo. Todos le creyeron. Menos él.

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