29.1.07




(Ya sé que esto es desperdicio de espacio, que es algo muy tonto y bla bla bla, pero, ¿a poco no hubieran hecho la mejor pareja de haber nacido en la misma década? Como sea, a pesar de las constantes y desafortunadas equivocaciones del tiempo, fueron el par que me hizo el fin de semana.)

27.1.07

Later i thought no, is not brave is just... i wasn't loyal.
(...)
If you ultimately are purely loyal to how your subject would want you to look at him you are silent, is almost like a form of suicide for a writer: complete silence, complete loyalty. But that's loyal to the other and not loyal to the selfmaking. Then on the other hand, if you tell names and tell secrets and walk into the roots other people are in danger, the way you are in danger.


Sharon Olds, entrevistada por Amy Hempel, allá:
http://anon.salon.speedera.net/anon.salon/mp3s/bomb2.mp3

26.1.07

Un cementerio de puertas. Acostadas, verticales, blancas, verdes, azules. Era de noche. El Hombre y yo sentados sobre una, él no dejaba de mirar el suelo. Esperábamos, quizá que una de todas las puertas se abriera y (desafiando la costumbre) hubiera algo detrás.

24.1.07

Estoy disparando una escuadra. Las balas atraviesan el vidrio del coche. He matado a una mujer a quemarropa: tres tiros, uno rompe el vidrio y llega a su frente, el otro al cuello, el otro al pecho. Me detengo a mirarla, no hay sonido, corro. Subo a un auto negro, maneja el comandante.

Huye conmigo, conduce y esquiva a todos y todo en segundos, me lleva a la carretera. Creí que me abandonaría allí, pero no, seguimos juntos. Huimos juntos.

Un retén. Por nosotros. Me han reconocido a mí y han sacado de los carteles viejos al comandante. Nos sabemos descubiertos pero hacemos como que no, somos expertos en eso, bajamos del auto, el hombre que intenta detenernos revisa la guantera. Entonces el comandante saca su escuadra, una igual a la que usé para matar a la mujer, quizá la misma... el hombre tiene buenos reflejos, es mucho más joven, jala el gatillo primero.
El comandante cae, por vez primera ante mis ojos, y yo siento cómo mis piernas están a punto de quebrarse. Me mira y mueve una mano, en su lenguaje eso significa que me vaya, doy media vuelta y lo intento, sólo por él, yo todo el tiempo me doy por vencida.
Corro, las balas me alcanzan. Mis piernas se quiebran. Caigo.

19.1.07

Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

-AP

18.1.07

El primer trabajo rifa cuando:

*No tienes compañeros.
*Sí llaves.
*Hablas, escribes, traduces.
*Te hace ver lo maravillosos que son los tennis.
*Tienes tu escritorio (incluido el desmadre habitual)
*No existen las deathlines
*Volteas a tu izquierda y está Van Gogh, delante Dalí.
*La quincena es semana.
*El silencio.
*El olor a tabaco.
*Entras a la oficina con luz, sales a oscuras.

17.1.07



Ahí dormía, cuando dormía.

14.1.07

A

En sus manos le han leído siempre una muerte temprana y violenta, nadie nos hemos creído eso... está bien, admitiré que hay madrugadas en que separados por botellas verdes, lo dudamos, pero siempre volvemos a la burla, de alguna manera u otra, nos reímos de nuestros yos supersticiosos.
Me ha dicho que va a diseñarme un librero para alguno de mis cumpleaños, cuando ya no viva en esta casa. Rojo, me dijo, tiene que ser rojo. Porque él hace cosas, las dibuja, las planea, las mide, las construye. Estoy segura de que a los cuarenta vivirá igual que si tuviera veinte, él es así. A hace como que sabe, aunque nunca sepa, y esa es otra forma de saber.
En su rostro hay arrugas por la risa, algo de tristeza, propia y compartida, pero alguien que construye lugares u objetos tangibles no puede estar condenado, me digo, especialmente él no.
El problema radica en lo imaginario, en la desazón multiplicada por todos esos que es uno cuando vive en su cabeza y solamente ahí. El encasillamiento que parece no serlo, pararse en una orilla y pensar que nada termina porque el abismo se ve, el abismo que nos parece un mundo, el nuestro.
Es por eso que yo no me creo eso de A y su condena. El se la ha echado a cuestas, porque no es suya. No puede serlo.

13.1.07

Es una suerte que, de viejos, conserven el sentido de inmunidad de un artista pues casi todo en ellos es errático, hasta el hábito desafortunado de la pena. Aún aprecian en otros la belleza realzada por el sufrimiento y pueden detectar los cuerpos que delatan un conflicto interno pero no se engañan con el espejismo. Saben que al juzgar cualquier mirada, emoción o persona acuñan distancias entre ellos y la realidad: la inteligencia puede ser, también, un estorbo. En el fondo, guardan poco de su extremismo, apenas la intuición de que el sentido común es una reducción de la vida. Todo lo demás lo han perdido: hasta su narcisismo, su gusto por las crónicas de momentos vacíos, la tentación de lo heroico. Ya no creen que secluirse en la escritura es una forma de conspirar. Que el escalpelo del dolor sea útil, que exista algo parecido a la fecundidad. Son apenas una cara que pasa, una incercia lacerada por cierta gratitud, como un epígono que peregrina hacia la tumba de su patria. La poesía no se recibe sin costos.


-María Negroni, de Islandia.

11.1.07

Un hombre desnudo golpeando a otro, hay un elefante detrás. El otro queda malherido, gateando en el lodo. Luego el elefante camina sobre él, escucho el crujir, veo su cuerpo convertirse primero en algo amorfo para finalmente desaparecer. Un maremoto en el lodo se traga en segundos al elefante. Y después nada, despierto.

10.1.07

at home, at work

La cabecera de mi cama es La ciudad de los cajones y en el trabajo, enfrente de mi escritorio, se ve el Feather equilibrium. Dalí me sigue.

7.1.07

2.1.07

Mirador
Recargados en un barandal de piedra, vemos la ciudad de la que me voy mil veces, la belleza de lo agonizante. El viento atravieza el cuerpo, entonces el Español, con su seseo, dice Esas cosas dejaron de importarme. Sus ojos azules, profundos, se convierten en océano, en la desesperanza, el naufragio del océano que delinea estas luces que son montañas que son casas que somos nosotros.


Un martillo gigante que pende del techo y llega a mis rodillas


El tren rojo
Las manos escurridizas de una rubia que no habla español sobre los pantalones de un hombre a quien le molestaría hablar. El New York City Boy sentado enfrente de mí, quejándose de sus pies pero dispuesto a seguir con las compras. Dos mujeres que acaban de conocerse hablan sobre sus perros, una lo tiene amarrado todo el tiempo, a la otra el suyo se le escapa. Un padre le dice a su hijo que la línea amarilla es la ruta que deberá tomar para llegar a la escuela, cuentan juntos las estaciones. La señora a lado suyo va dormida. Hay una parte del tren que se mueve, en círculos.


Mi cuerpo frío, perdiendo el frío


Las casas
La de todos, la de colores, la del tío neto, la del futbol. Entro a cada una y cada una me abraza, pero yo siempre me estoy yendo.


La fiesta
Una fogata dentro de una lavadora robada. Velas en bolsas, los poetas son cursis, o al menos estos. La champaña y La De La Champaña. El robo y trueque del gorrito Lucky Charms. El intento de ignorar el flash. Alguien vomitando en la esquina donde un trofeo, mientras nosotros bailamos cumbias, y el Moderno me dice que pensaba en mí como una intelectual sobria siendo que en realidad soy una populacha. La verdad es que yo no sé a qué hora aprendí a bailar. Y la verdad sobre la verdad es que siempre seré de pueblo. Después el conteo, del 10 al 0, como sucede todo, como le sucede a todo. Las felicitaciones. La alegría incierta de un paso en falso.

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