27.3.05

¿Qué hacer?

1. Delinear tu cuerpo al lado derecho de la cama. Así, cuando me levante, sabré que de alguna manera estuviste aquí, aunque no lo recuerde.

2. Jugar con Lunes a las escondidas. Lo pondré a contar hasta cien, no me encontrará y Domingo estará siempre aquí.

3. Leer más a Huidobro. Aparecerás y apareceré, en cualquier momento, en alguna palabra.

4. Hablar con la luz, decirle que te haga olvidar la razón. La buscarás perennemente y, sin darte cuenta, el tiempo se te irá, conmigo.

5. No dejar de cantar con los ojos cerrados. Cuando deje de hacerlo no quedará nada de mí.

6. Que la puerta se quede emparejada. Para que puedas abrirla y regresar, o irte cuando un cristal nos divida.

7. Dejar que te vayas. Pero no que te lleves lo que hay en mí de ti.

23.3.05

Estoy en:

donde se reza por que aparezca un borrador y todos quieren a wi -algunos hasta dormidos en la cuna, le llaman-, donde los años se cuentan por gritos y chistes -para abajo-, donde hay muertos y unos cuantos vivos.
Donde te levantan unos rizos oscuros y una sonrisa diciendo Güenos días, ¿jugamos a las muñecas?
En donde, si no son los rizos oscuros y la sonrisa, a uno lo despierta la luz que se cuela a través de las cortinas. Sobre el piano se encuentran fotografías, vasos, libros, años: secretos que por sí mismos se quieren develar.
En donde la pequeña grita ¡La P. quiere violar al AM! y, la violación causa más gracia que preocupación.
Estoy en donde hay más de lo que uno puede ver.

20.3.05

Nos vi en un cuadro inmenso, separándome una franja y cortes.
Te vi en su trenza, en sus agallas, en la sangre. Los vi en la habitación: la guerra se vive entre paredes blancas. Me vi en la carta. La vi en los párpados marchitos, los libros y el teléfono sonando en la madrugada.
Sentí el espacio dilatándose a merced nuestra. O quizá fue esa maldita costumbre de buscarse en todos lados.

18.3.05

Me acuerdo que cuando chocamos, mi mamá le iba amarrando las agujetas de unos zapatos Mickey a Mauricio.

no pasó

- Es que por aquí no pasó el tiempo.

14.3.05

palabras que están sin decirlas

abrazo (discúlpame, no hay problema; discúlpame tú a mí, no tiene importancia. tenemos demasiado orgullo, ya sé, no importa, lo hacemos a un lado. te extrañé, yo también. te aprecio, yo a ti. no valió la pena, pero sucedió. pasó pero ya pasó. no quiero que haya una barrera, ya no existe. quiero hablarte, quiero escucharte. sabernos, no dejarnos. te quiero, yo también.)

13.3.05

You feel like a stranger who knows too much.


- Bruce Springsteen.

11.3.05

sin querer

Me dije que este día no sería tuyo, estaba decidida. Me acosté para ver una película. El sillón todavía tiene ese leve aroma de casi todos los viernes en que te sentabas a mi lado; se me quedó la costumbre de ver cada quince minutos el reloj, de esperarte, de pensar que llegarías cuando esa canción comenzara.
Y por si fuera poco, todos preguntan por ti. Me hacen desear hacerme la misma pregunta, sin titubeos ni trucos. Pero desisto. Y así, este día-con la pregunta posándoce en mis labios-, sin querer, te pertenece.

6.3.05

un bolsillo roto

Y yo lo sé, yo sé que tengo algo por decir, alguna historia chusca qué contarte, sé que en el bolsillo encontraré el diálogo preciso. Pero cuando hundo mi mano me doy cuenta: el bolsillo está roto, nuestras palabras cayeron; callaron.

5.3.05

de un hombre y la cabeza de un maniquí

Caminaba con mamá y su saco azul por la plaza Hidalgo, era un buen día y el viento nos recordaba su existencia.
Nos reímos de esto y aquello, nos acordamos de los malosentendidos, casi empezamos una discución. Y digo casi porque en el momento que comenzamos a moldearla, lo vi pasar por la cuadra de enfrente: un hombre alto que aparentaba los treinta y cinco, moreno, de cabello lacio, pantalón de mezclilla y camisa de vestir, de manos pequeñas, rechonchas, con ellas sostenía la cabeza de un maniquí. Hablaba.
Quedé hipnotizada, mis ojos lo siguieron hasta donde les fue posible. Me sonreí, pensé en todo lo que pudo haber sucedido entre él y esa cabeza femenina, en lo que pudo haberle dicho; pensé en la mujer de cabello oscuro y ojos miel que le había roto el corazón, en los meses que pasó buscando el pedazo que ella se había llevado. Imaginé el desgaste de sus nudillos, producto de su insistencia en la puerta de Sofía; el diario que escribió con lápiz para poder borrar todo aquello que le causara vergüenza después, lamentándose porque la vida era un boligrafo de tinta negra sobre su hoja, de la que no podía hacer otra versión. Pensé... y mamá dijo: ¿Viste ese loco? Uno ya ni se imagina quién lo es. Acentí, supe lo que sus palabras, no ella, me querían decir.

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