4.9.05

cuando llovía y estábamos chicos,

todos los primos ibamos a casa de los abuelos. Detrás de la puerta de vidrio esperabamos que cesaran las gotas, mientras el abuelo decía que ahora sí ya iba a impermeabilizar la casa. Al acabar la lluvia, Mario y yo nos sentabamos frente al charco del pavimento, él hacía su barquito de papel. Uno de esos días me dijo cuando seamos grandes vamos a irnos en uno de estos, palomita. Y yo le creí, siempre le creía.
A Mario lo becaron en San Diego, desde chico fue muy bueno para el beisbol; yo acabé lejos del lugar que pensé mi casa. Mario y yo no nos vemos, no hablamos, pero hoy que vi a un niño haciendo un barquito de papel frente a un charco, me sentí igual que cuando lo acompañaba afuera; supe que no he crecido, que no somos grandes, que todavía uno de esos nos espera.

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