17.9.05

Salas.

Cruzaba la calle para llegar a casa cuando sentí: empuje en el cuerpo, un momento suspendida, viento, golpe contra el pavimento, sirenas, tijeras frías cortando la ropa, voces. Desperté entre paredes pulcrísimas; nadie ahí, no era difícil saber, uno se da cuenta cuando está en un hospital. Entonces pienso que cualquier cosa en nosotros es incisión, posees el bisturí perfecto, el pulso. Tiemblo por las mañanas, lo sabes, de ahí mi preferencia a tus cortes. Tiempo atrás la tarea me pertenecía exclusivamente; te la sedo, fue creada para estas tus manos, tus piernas y hombros que se resguardan en mí. Por eso la sangre no se ve al instante, por eso te levantas asustado en la madrugada a limpiar el rojo de ti; por eso tocas como mujer, por eso las lágrimas son tuyas y yo te veo tranquila, por eso ahora debes estar adolorido.
Nuestra habitación como quirófano, luz blanca de tus dedos, la epidemia. Urgencias, Samuel, eres la sala de urgencias en que me presionan el pecho y tratan de resucitarme, en la que entro cada día para sentir menos el yo. Me crees la de espera, y tal vez lo sea: antesala perpetua. Al levantarme cada enfermo, el suero, la bata, el médico... el hospital me hace pensar en ti.

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