12.11.05

Me encanta verte al borde de la cama, asimilando que estás despierta. Abro los ojos, mis pies cuelgan a unos centímetros de la alfombra y escucho tu voz diciendo eso, una, y otra, y otra vez. Volteo atrás, una almohada que jamás he usado y permanece porque en ella tu olor se guarda, pero no hay nadie. Esta habitación no es más que un eco de ti.

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