12.11.05

La única.

Sí, eso quiero. Que la beses, que le arranques la blusa, que tu lengua suba y se mueva sobre toda su piel, que estando tan cerca ni siquiera la recuerdes y menos, mucho menos que pienses en mí. Ni un segundo. Yo ya no existo, Samuel, yo no estoy en ti. Ella, la de blusa café y ojos almendrados, la mujer que has conocido esta misma noche, a quien estás desnudando como si ella misma fuera la palabra deseo, a la que viste y tus pupilas se dilataron, a la que ahora veo desde la ventana atarte con sus piernas. Haz que sea ella la única aquí.

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