Ahora me rasco la cabeza y pienso en preguntas inútiles, poco interesantes, me sorprenden las obviedades, escondo las agujetas azules: ahora hago y lo que pude haber dicho ha perdido su magia.
Me veo como cualquiera, corro a los columpios sin titubear, puedo jurar que mi sabor es distinto, que en el pétalo carmín permanece la caída; tengo que palpar las historias, me doy vergüenza, pero supongo que es justo, quiero creer que es sano.