El día inició a eso de las once de la mañana. Te encontraste acostada sobre una cama que llevaba casi dos semanas llena de hojas con líneas sueltas. Tenías puesta la ropa de ayer: te rendiste sin darte cuenta. Te levantas y escuchas a Incubus, la manera de empezar un martes.
Eres muy rebelde, yo soy igual, por eso no es bueno que esté aquí.
Hay cosas que ni siquiera el tiempo disipa.
Ducha. Te pones esa falda corta y las medias que -has dicho- tanto te agradan, no tienes planeado qué hacer, pero a las mujeres, sin razón alguna, de repente les da por arreglarse.
Sabes que este día no tiene nada de especial, crees que en realidad ninguno lo tiene, somos nosotros cambiando los velos, lo que no sabes es por qué este, en su uniformidad, te ha gustado tanto.