10.10.04

Veintiuno.

Tal vez el problema es que sea un número impar, la saeta desfigurando el silencio o más llanamente, que con el último diente de leche se fue la tibia pizca de mi infancia. Me gustaría creer que es el azar solo quien me juega un veintiuno.
Aquel tirante rendido ante su hombro es menos que insinuación, ¿dónde podrá estar la mirada que se le ha perdido?
Sin espacio a duda, siempre seremos nómadas.

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