9.9.06

tercer paso.

Escucho los cristales caer, llamo. Salen. Un abrazo al que sólo puedo decir gracias: necesario. No estoy acostumbrada a que haya alguien conmigo cuando cae el hacha, y los hubo. Me llevaron a casa, creo que ya soy la hija adoptiva, o simplemente el desastre que no pueden quitarse de encima.
Llego. Cuento. Crisis nerviosa, y no estoy hablando como cuando alguien dice "se puso histérica", no, digo crisis nerviosa como un término clínico, real, objetivo. Las dos mujeres con las piernas temblando, yo las miro, esperando algo más que un regaño. Lloran, su mirar absorto en el auto. Sólo en el auto. Se abrazan, yo no estoy ahí, hasta que no pueden ahogar su grito, uno incomprensible para cualquiera, uno que no es palabra. Eres una pendeja, y la otra me empuja dentro de casa con ella, no hay por qué dar escándalos a puerta abierta, aunque de cualquier manera para eso era demasiado tarde.
Un hombre extraño llega a casa, el que hemos llamado. Es la única persona que me dice pero, ¿tú, cómo estás tú?
Ahí termino de darme cuenta, entiendo todo el preámbulo. Me digo, uno no puede estar en una casa donde no le pregunten cómo está. Yo no. Finalmente lo decido.

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