Quiero que el mantel de la mesa esconda lo que hemos dejado a medias y los pies no choquen con lo que cayó al suelo
(partes de nosotros, piel escarapelada;
lo que nunca vimos del otro lado y cortamos con tijeras precisas, aún sin darnos cuenta)
Sabré poner la mesa elegantemente, con cubierto y vaso para cada platillo: lo único en que mamá no ha desistido al enseñarme.
Serviré vino en dos copas, no habrá música; me pondré el vestido guinda que me diste en mi cumpleaños. En mi mente mis dedos pasando por tus pestañas.
Despertaré en el sillón de la sala, acostada, con la puerta abierta. Esperándote. El día después de que te vayas.