19.7.08

para ella la rebeldía cabe en un espejo de bolsillo
sus sueños comienzan con un lipstick y esmalte
de uñas negro
- Oscar David López


A los quince no podíamos vivir sin las camisetas negras y los converse, nos encerrábamos en el cuarto a escuchar nirvana, the libertines, bad religion, a los pixies... casi no hablábamos, fumábamos en los techos, escribíamos como locos. Leíamos a Rimbaud, a Kundera, a Sartre, a Nietzsche. Ibamos a los toquines a escondidas y, a escondidas también, eramos novias del vocalista de alguna bandita, nos hacían canciones, intercambiabamos películas, nos creíamos atrapados en Romeo y Julieta (la versión de Luhrman). El esmalte negro era la confirmación de nuestro desencanto. No dormíamos, ni con pastillas. Decíamos que el mundo era una mierda y lo único válido era resistir, que nadie entendía. Nuestro cabello era morado, rojo, azul. Eramos unos ridículos (siempre hay algo que prevalece). Entonces era la respuesta, ahora la rebeldía se parece a una pregunta que quisieramos tener más cerca al corazón, que a ratos se mira igual de absurda que cualquier declaración de Johnny Rotten, pero sería tan desolador abandonarla.

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