16.11.07

tres en una semana

Un conejo caminando a mi lado, entramos en la casa vieja, sube a mi cama, intento cargarlo, me muerde. Me digo Está asustado, trato de calmarlo, vuelve a morderme pero esta vez puedo mirar el hueso de mi muñeca. Entonces lo alejo, el Comandante entra, lo toma en brazos sin que él le haga nada, y salen del cuarto.


Voy a aquella ciudad, estoy con amigos en un restaurante. El Hombre me dice que lo acaba de ver, que allá, en aquella mesa de la esquina, se levanta y se va. Después de un rato intento irme también, pero el Comandante me aborda, me invita a sentarme, lo saludo y comienzo a andar. Me alcanza, insiste, volvemos, hablamos. La mesa de reconciliación.


Caminamos empapados por una lluvia furiosa, bajamos un empedrado eterno, abrazados. Encontramos un auto negro como el que siempre he querido, con los whipers encendidos y tres pastores alemanes dentro, nos detenemos a observar. Luego seguimos bajando, nunca dijimos nada.

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