Las nuestras son las lisas, me dices. Ya sé que lo son: siempre venimos al mismo lugar, siempre jugamos en la misma mesa, siempre, sin excepción, escogemos las lisas, pero tú sigues dejándolo claro. Ah, también siempre me dices cómo tirar, que mueva el taco a la izquierda, que mi mano más enfrente, que vea la bola, que sí, que sí, que ahí está perfecto. Pienso que si hubiera un beisbolito (o béisbol de mesa) sería algo así, y yo sería igual de mala. Perdemos el juego. Y qué esperabas, querido, incluso los juegos de mesa me repelen. No soy material de triunfo, ya debes tenerlo entendido.
¿Que te miro como un caso perdido?, sólo cuando empiezas a parecerte a mí.
La música está bien, la pared igual, me gustan las escaleras de caracol, esas medio escondidas en la esquina de atrás, me gusta no ver relojes: inquisidores en el nombre de los siglos, de la piel.
Desconozco la hora pero llevo seis cervezas y creo que sería mejor irnos, está pasándome lo que a Will: Everytime you say something intelligent, i just want to kiss you. And that, my friend, it’s a dangerous feeling. Me acerco a tu oreja, y lo más torpemente (porque siempre que trato de ser sensual soy muy torpe) posible, susurro: vámonos.
En el camino te beso cuanto puedo, pero llega un momento, como si del verde hubiera cambiado al rojo, en que quiero hablarte de otra manera. Quiero que en mis labios en vez de besos haya palabras. Entonces (y no sé por qué te digo eso), te cuento lo que quiero de verdad, lo que no me atreví antes a decir en voz alta. Llegamos a casa, pero nos quedamos en el auto. Yo sigo hablando, este monólogo ha durado cuando menos media hora, y tú lo único que haces es mirarme, perplejo.
Te pregunto qué piensas de lo que acabo de contar. Dices que lo que quiero es enfermizo. Es obvio, querido, estoy enferma. No es cualquier cosa. No es algo que se vea todos los días, y no lo digo por el simple hecho de creerme especial. Que tengo miedo, por supuesto que tengo miedo. Pero a pesar de que no parezca, las cosas son simples: yo prefiero estaciones de tren, aeropuertos, cortes, arenas movedizas. No quiero el bar de siempre, ni la mesa de billar donde algún día haremos el amor, no quiero estas seis cervezas ni escoger las lisas. Quiero algo que esté en carteles con foto borrosa y abajo diga Se busca. No importa que a veces la foto sea mía.