13.1.07

Es una suerte que, de viejos, conserven el sentido de inmunidad de un artista pues casi todo en ellos es errático, hasta el hábito desafortunado de la pena. Aún aprecian en otros la belleza realzada por el sufrimiento y pueden detectar los cuerpos que delatan un conflicto interno pero no se engañan con el espejismo. Saben que al juzgar cualquier mirada, emoción o persona acuñan distancias entre ellos y la realidad: la inteligencia puede ser, también, un estorbo. En el fondo, guardan poco de su extremismo, apenas la intuición de que el sentido común es una reducción de la vida. Todo lo demás lo han perdido: hasta su narcisismo, su gusto por las crónicas de momentos vacíos, la tentación de lo heroico. Ya no creen que secluirse en la escritura es una forma de conspirar. Que el escalpelo del dolor sea útil, que exista algo parecido a la fecundidad. Son apenas una cara que pasa, una incercia lacerada por cierta gratitud, como un epígono que peregrina hacia la tumba de su patria. La poesía no se recibe sin costos.


-María Negroni, de Islandia.

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