Pararse desnuda frente al espejo es un acto crudo, lo más difícil de la mañana. Lo repites para no desconocer la trampa de huesos en que caíste, o negar que lo visto eres tú; eso pensabas hasta hoy.
Invadida, obsérvate las caderas un tanto más anchas, piel marcada, la mirada: aun mujer eres los hombres, los fugitivos, único par con la osadía de dejarte.
Es tiempo entonces. Delineador egipcio señal de lo impenetrable, el parpadeo es la distancia: la guerra es aquí, la pesadilla dentro.
Te le atravesaste a la historia, hendidura voraz, la indigerible y sucia y tediosa historia que te vuelve el pecho de acero.
Porque sólo tú sabes, sólo tú.
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