quiero esas cartas feroces, canciones que sin buscarlo se vuelven el manifiesto más desafiante y sencillo y hermoso: porque existen, alguien les ha sentido y otro alguien les ha creído. no quiero, nunca, llegar a decir por ejemplo, que el cine es mejor que la vida; de repente las declaraciones artísticas más aclamadas me parecen el producto de personas temerosas de salir al mundo y ensuciarse las manos. están desesperados por la grandeza, el aplauso, la aprobación, el confort. dejan de tener sed.
no quiero perder el fuego, la urgencia diaria, dejar de rugirle al océano. quiero caminar convencida, de lo que sea que esté convencida al menos ese día, y luego dejarlo para estar segura de algo más, prescindiendo de la guarida de un futuro. no hablar, el silencio compartido supera todos los poemas de amor. son las cosas de nada, cotidianas, las que siempre he encontrado revolucionarias.
no quiero perder el fuego, la urgencia diaria, dejar de rugirle al océano. quiero caminar convencida, de lo que sea que esté convencida al menos ese día, y luego dejarlo para estar segura de algo más, prescindiendo de la guarida de un futuro. no hablar, el silencio compartido supera todos los poemas de amor. son las cosas de nada, cotidianas, las que siempre he encontrado revolucionarias.