24.1.10

cerveza en mano, doy una vuelta por el lugar, bailo. me siento en una de las sillas blancas que han sido abandonadas. cruzo las piernas, reviso mi vestido, estoy tan borracha de mí misma y me cacho. entonces veo alrededor, L llega bailando y en un paso muy flashdance sube a la mesa, estira la pierna presumiéndome risueña sus botas o su destreza, jala otra silla a mi lado. le señalo la escena que observaba antes de su intervención: una fresita besándose con el cantinero cincuentón detrás de la barra. la ves y crees que lo adora, ¿no?, pero es el alcohol... el maravilloso alcohol, digo yo.
hago fila en el baño, alguien me pide un trago para pasarse una tacha, llevo un cigarro sin encender entre los labios, un guapo me ofrece lumbre, le digo que no, gracias, lo estoy guardando para el rato.
me topo a m, le digo que tenía ganas de verlo, me pide un cigarro y voy por otra cerveza, busco en la bolsa y nada, mi dinero desapareció, afortunadamente hubo almas caritativas cerca: j y yo recordamos en ese momento nuestro días de beso a peso, sin repetirlo, por supuesto. si de algo nos dimos cuenta en la conversación es de que estamos viejos, y aunque nuestros días de autodestrucción no han terminado, la evidencia es cada vez menos pública.
quien me hizo la noche fue la isa, bailando con sus botas vaqueras y su cabello cortito. me dio un abrazo empapado, hablamos de lo fascinante que es no tener tiempo mientras nos corrían del bar.

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